dimecres, 11 de novembre del 2015
Conflictos y problemas del desarrollo afectivo
1. Los conflictos que tienen los niños de 0–6 años como consecuencia del propio desarrollo afectivo están relacionados con la formación de las relaciones de apego y desaparecen cuando estas relaciones se forman adecuadamente.
— Inseguridad mientras se crea el apego seguro: siente al adulto cercano y con interacciones privilegiadas, sus demostraciones de inseguridad remiten con rapidez cuando comprueba que las pautas de seguimiento funcionan.
— Miedo a los extraños: mientras que el niño está creando sus vínculos privilegiados, siente miedo al abandono y no acepta las figuras que no conozca a través de los sentidos (vista, oído, tacto, olor, forma de hablar...) mostrando conductas de huida ante los desconocidos (llanto, taparse la cara con el hombro de la figura de apego, levantar los brazos hacia la figura conocida, dar la espalda al desconocido...). Supera el conflicto cuando interioriza el apego seguro y no teme el abandono.
— Miedo a la separación: mientras dura el proceso de apego, el niño que tiene relaciones exclusivas con un único apego, no soporta la separación. Fíjate en nuestra sociedad actual: un bebé se pasa con su madre tres meses y medio meses, ésta se incorpora a su puesto laboral y si sólo ella ha ocupado el puesto de figura de apego está provocando en el niño una ruptura en la creación de los vínculos. Uno o dos apegos relevantes o un apego sustituto hacen que la separación (causa laboral o por otras causas) no sea tan conflictiva para él, y que cuando su “apego” desaparece, están otras figuras con las que mantiene relaciones privilegiadas.
El problema surge cuando el niño no tiene esta situación y se da una “carencia afectiva”.
— Apego inseguro: suele protestar y está inquieto en los momentos de la separación. Cuando la figura de apego regresa, puede rechazar el encuentro como consecuencia de la angustia sufrida. Surge en situaciones donde el entorno más cercano –familia– tiene una distorsión en las pautas de comportamiento de apego, se cubren las necesidades más fundamentales, pero no siempre con manifestaciones de seguridad, amparo o acercamiento seguro. Muchas veces este problema es consecuencia de “no saber hacer” o no superar su propias inseguridades de adulto o no aceptar la ayuda de otros adultos cercanos y creerse imprescindibles en la atención y pensar que una sola figura de apego es lo mejor para el niño... El problema es relativamente fácil de solucionar cuando el adulto está dispuesto a aprender y cuando la sociedad crea los caminos para ello a través de “escuelas de padres”.
— Miedo a la pérdida de su figura de apego: cuando el niño se separa de su madre no muestra señales de miedo a la separación, pero cuando regresa su figura de “apego” tampoco muestra conductas de reencuentro (bracear, alegría, mover los pies...), sus manifestaciones suelen ser distantes y desconfiadas.
Cuando las situaciones de carencia afectiva persisten y no hay un apego seguro sustituto, nos lleva a un trastorno que influirá en sus relaciones posteriores “Deprivación afectiva”.
2.Otros conflictos importantes en el desarrollo afectivo vienen de la rivalidad afectiva por la posesión de la figura de apego: Cuando el niño pasa de la dependencia absoluta a la individuación surge el conflicto del deseo de avanzar en su independencia y retroceder a la dependencia, sobre todo cuando se da cuenta de que tiene que compartir sus figuras privilegiadas.
— Deseo de participar en la intimidad de los padres: hacia el segundo año, el niño va pasando por experiencias que le permiten darse cuenta de que no es el único en la “atención” y quiere participar de los momentos afectivos de sus padres, está claro que el niño que tiene como
referencia afectiva a los dos padres, supera con facilidad este conflicto ya que no desea ser abandonado por ninguno y acepta los cuidados y los afectos de ambos.
El conflicto se convierte en problema cuando uno de los dos padres mantiene una situación de privilegio afectivo o cuando ambos padres no tienen una relación afectiva adecuada. Además no puede identificarse o diferenciarse de la figura de apego del mismo sexo o distinto sexo. O cuando no puede tener como modelo a ambos progenitores. Le dominan los celos y la inseguridad en las relaciones afectivas.
— Conflicto de rivalidad con los hermanos: Surge cuando se da cuenta de la obligatoriedad de compartir las figuras de apego, sobre todo a partir de los dos años, cuando, además de compartir la figura de apego se le exige cumplir normas y disminuyen las atenciones en exclusividad; tiene que compartir momentos privilegiados, como la comida, el baño, el vestirse... Según se va sintiendo más competente, más valorado y más autónomo, junto a los vínculos afectivos que va creando con sus hermanos y la coparticipación de los vínculos con sus figuras de apego, le es más fácil superar el conflicto. El problema se da si no es aceptado como es, si no se le reconocen los logros o cuando los padres establecen diferencias negativas entre los hermanos fomentando la competencia o las comparaciones, o no reconociendo sus características personales; las envidias y los celos dominan al niño. Es evidente que la situación llevada al extremo provoca un trastorno de celos fraternales enfermizos que le hacen tímido, envidioso e incluso agresivo en las relaciones.
3. Los últimos conflictos que hay que tener en cuenta, en el desarrollo afectivo, vienen dados por el paso que tiene que dar el niño desde la separación
–individuación a la independencia relativa.
— Rebeldía y negativismo: El adulto controla la conducta del niño y la nueva capacidad de independencia de éste, le hace enfrentarse al adulto. Se cree autosuficiente y no entiende que no pueda hacer todo lo que piensa que puede hacer, no ve el peligro físico y no ve que su independencia es relativa ya que no controla todas sus actuaciones, no es capaz de predecir las verdaderas consecuencias de su conducta. El adulto incide constantemente en sus actuaciones (en muchos casos corre peligro físico) y el niño se enfrenta a él con tozudez, rabietas... Sólo cuando asume e interioriza las normas de los adultos y adquiere un mayor control sobre su propia conducta supera los conflictos y acepta la necesidad de depender del adulto para controlar determinadas situaciones.
Surge el problema cuando en el proceso de superación del conflicto se le presiona en exceso, se le exige o cuando se le deja hacer todo lo que quiere. Firmeza y flexibilidad, dejar hacer y no dejar hacer si no es el momento adecuado es la clave para que el problema de agresividad o timidez que pueda surgir no se convierta en un trastorno de agresividad excesiva o de ser peligroso hasta para sí mismo (si actúa por miedo a la intransigencia del adulto). La desvalorización y el control exclusivamente externo miden sus posibilidades. El reverso de la moneda es la timidez excesiva (si no tiene referentes de lo que hacer o no hacer) le hace mostrarse inseguros, no tiene capacidad de autovalorarse, ni autocontrolarse, los miedos forman parte de su propio desarrollo.
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